domingo, 2 de noviembre de 2014

Ciudad de barro

Yace solitaria
apagada en mi sueño
sobre la orilla de tu nombre.
En los ojos inundados del suburbio
sólo yo camino por su barro.
Levanto una estatua de plegarias
con los brazos en la niebla.
Te traigo y recreo.
En vano resulta esa frágil artesanía.
Es irrelevante este derrotero nocturno
para quien ya está lejos de mi rastro.
Cansado de buscarte
me quedo, a embriagarme de sombras
color noche y aromas de alameda.
Cuando la ciudad se inunde otra vez
con esa luz amarillenta
del vacío que precede al alba
volveremos
por la inclinación bucólica del abandono.
Como esencia que duele
cuando se derrama tu savia
o se vierte la sangre de mi cuerpo vencido.

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