Yace solitaria
apagada en mi
sueño
sobre la orilla de
tu nombre.
En los ojos inundados del suburbio
sólo yo camino por
su barro.
Levanto una estatua de plegarias
con los brazos en
la niebla.
Te traigo y recreo.
En vano resulta esa frágil artesanía.
Es irrelevante este derrotero
nocturno
para quien ya
está lejos de mi rastro.
Cansado de buscarte
me quedo, a embriagarme de sombras
color noche y
aromas de alameda.
Cuando la ciudad se inunde otra vez
con esa luz
amarillenta
del vacío que
precede al alba
volveremos
por la
inclinación bucólica del abandono.
Como esencia que duele
cuando se
derrama tu savia
o se vierte la
sangre de mi cuerpo vencido.
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