21 (de Suburbial)
La veo todos
los jueves al atardecer,
Inmóvil y
recostada en mi viaje ascendente,
En el occidente
de mis pensamientos,
Aparece con sus
pechos azules,
Apuntando al
cielo,
Donde redimo
mis carencias.
A veces me
duermo,
Caigo en sus
abismos vaginales,
Y cuando
despierto ya no está,
O se ha vuelto
negra,
Bajo un cielo
rojo se ha hundido,
La que digo es
mi amante.
Sin embargo,
Sé que está en
la noche,
Que renacerá
cuando tiemble,
Evolucionando
del coito de fuerza brutales,
Que me guía
desde sus candiles,
Que vela y ve
desde los puestos perdidos,
Y que me llama
para que regrese de mis fronteras,
Sé que muero un
poco cuando vuelvo.
Y otro más, por
lo que dejo...
La inocencia,
la compasión,
Todo aquello
que me abate.
Lo último que
hice sobre la mesa,
La luz apagada
sobre su silla predilecta.
Las confesiones
frente al espejo.
Lo que mezclé
en la cocina,
Y atrajo a los
gatos,
Lo que maldije
sin que tuviera efectos.
La costumbre
por el arrepentimiento,
El arraigo y mi
afecto a lo inmaterial.
La ventana
abierta al sol de la tarde.
El abrazo que
le negué al vencido.
Eso también me
mata...
Sé que muero un
poco,
Cada vez que
vengo.
Es el precio
que pago,
Por ser su
amante.
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