lunes, 3 de noviembre de 2014

21 (de Suburbial)

La veo todos los jueves al atardecer,
Inmóvil y recostada en mi viaje ascendente,
En el occidente de mis pensamientos,
Aparece con sus pechos azules,
Apuntando al cielo,
Donde redimo mis carencias.

A veces me duermo,
Caigo en sus abismos vaginales,
Y cuando despierto ya no está,
O se ha vuelto negra,
Bajo un cielo rojo se ha hundido,
La que digo es mi amante.

Sin embargo,
Sé que está en la noche,
Que renacerá cuando tiemble,
Evolucionando del coito de fuerza brutales,
Que me guía desde sus candiles,
Que vela y ve desde los puestos perdidos,
Y que me llama para que regrese de mis fronteras,

Sé que muero un poco cuando vuelvo.
Y otro más, por lo que dejo...
La inocencia, la compasión,
Todo aquello que me abate.

Lo último que hice sobre la mesa,
La luz apagada sobre su silla predilecta.
Las confesiones frente al espejo.
Lo que mezclé en la cocina,
Y atrajo a los gatos,

Lo que maldije sin que tuviera efectos.
La costumbre por el arrepentimiento,
El arraigo y mi afecto a lo inmaterial.
La ventana abierta al sol de la tarde.
El abrazo que le negué al vencido.
Eso también me mata...
Sé que muero un poco,
Cada vez que vengo.
Es el precio que pago,

Por ser su amante.

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