lunes, 10 de noviembre de 2014

2 (Suburbial)

Despiertan otra vez.
Como siempre...
Todo sin ellos.
Existencia indescifrable.
Sonámbulos del  pasaje.
Esterilidad y abandono.

Murmurantes,
Pasos rutinarios.
Y la melancolía,
Del niño solo.
Huérfano...
En la última puerta.

Bajo umbrales de nadie.
Giran los recuerdos,
Que fecunda el viento.
Una procesión de sombras,
Arriba con el “zonda” la locura.
Imágenes inverosímiles,
Enredadas en arena,
Desafían el ciclo de las estaciones.
Y el alma de lo que era calma.

El invierno sin su esencia,
No es amo de julio, sin la soledad.
Entregado esta tarde,
A la reconquista de los desiertos.
Es uno más.

Atrapados entre ventanales.
Los ermitaños salen,
Del adobe de sus moradas.
Luego... Más silencio y calma.
Hasta la metamorfosis sideral.
Cielo y aves de paso se funden.
En la frontera llana y polvorienta,
De los vientos y de sus vidas.
Giran los que aguardan justicia,
Alucinados por remolinos y leyendas.
Hacia la tempestad que vendrá.
El aire cálido, con las entrañas resecas.
Empaña el horizonte rural.
Confunde a la urbanidad,
Ruegan por el agua para sus jardines.
En cavernas de cemento.
Sometidos por sus amos,
Entregados a faenas infernales.
Persistiendo en la sequía,
Y en sus dioses, sólo porque llueva.

Devienen sombras,
Irremediablemente,
Bajo un sol inclinado.
El pasaje permanece vacío.
Nadie lo cruza ni lo proclama.
No existe héroe tan pequeño,
Para unos pocos metros sin identidad.
Solo un número,
Y los huérfanos de todo.
Otro día, igual al otro...
El niño con su resignada orfandad
El anciano en su templo de rencores.
Cada vez que regrese.
Ese viento del demonio...
No serán diferentes bajo su perturbación.
Ni en las tormentas del espíritu.

Porque todos lo padecerán.               

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